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jueves, 15 de octubre de 2015

Al menos un día

Busco superar mi ayer y retar a mi mañana; un ayer retórico e intangible, atemporal e inlocalizable. Ese momento personal y secreto; series infernales de 4 x 1600 sin tiempo de resuello, tiradas de 30 km o 20 series de 200 metros. Pulsaciones por minuto a 100, 180 e incluso 230, con resultados desastrosos o exitosos, con la luna o el alba como único testigo, pero tuyos, imborrables y sosegantes. Solo por ese instante, en el que lo has dado todo, estoy enganchado al correr.

Y cuando hablo de ese "yo", en primera persona del singular, lo hago también de ti, de él o de nosotros; cualquiera que tenga un plan en sus entrañas que le resulte tan esencial como el comer o respirar.

Me dirijo a ti corredor, para darte la enhorabuena por la consecución del objetivo impuesto; y sino lo has conseguido, tendrás mi admiración por haber puesto todo lo que llevabas dentro.

Este es un  homenaje al apogeo del esfuerzo de la jornada con fuerzas indelebles. Ojalá pudiera saber porqué tu incapacidad para bajar de 5 minutos por kilómetros en una medio maratón, un dia se esfuma y te brinda la capacidad de hacerlo en 4 largos, o larguísimos.

Ese momento en el que las piernas lo ruegan y tu corazón lo permite; cuando tu cuerpo funciona como un atleta realmente superior al que eres; beber DYC con sabor a CARDHU o comer la Gula del Norte con sabor a Angula.

Todos los corredores tenemos la certeza de que ese día especial existe, en el que tu adrenalina y empuje te llevará en volandas,  Lo sabemos porque lo hemos vivido en otras facetas de nuestro propio ser; y sino, lo viviremos. Esa búsqueda se da en las sensaciones de cada despertar, en el devenir del día, dando igual que la pesadez de tu cuerpo sea como un yugo asfixiante, porque tenemos la esperanza de que ese dia especial llegue, y esa jornada corramos como nunca lo hemos hecho.

Buscas ese maravillosa trimonio de motivación, forma y medio. Después, cuando te calzas las zapatillas y calientas, lo normal es desengañarse y comer pan en vez de caviar  Puede que pase mucho tiempo hasta encontrar ese momento divino;que te inunde el hastío y la desesperanza deseando que la sesión culmine cuanto antes. Las razones? incontables; lo más normal es que el día a día nos putee y aleje de nuestro ideal de felicidad, alternando sesiones sosas con menos sentido que una cerveza sin espuma.

Y así pasa el tiempo; cumplimos con mano de hierro nuestros propósitos, recibiendo  pequeñas recompensas de nuestro gran  momento sublime. Y cuando ese momento llegue, sentirás que la reina del baile ha querido bailar contigo, y sabrás cual el tacto de la victoria.

Por eso corro; corremos. Por eso tienes que correr. Por eso las decepciones, sin sabores o estrés, estarán justificados en la búsqueda de ese momento de rendimiento máximo con placer. 

Si hay algo que saben los mejores Mo Farah, Usain Bolt o Gebreselassie, pero que también sabe el atleta más lento, es que rendir al máximo, darlo todo para ejecutar un proyecto que valga la pena, te lleva al cénit de la felicidad.

El motivo por el que corremos y vivimos es para encontrar la senda del ayer y ser capaces de batir nuestro mejor recuerdo