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miércoles, 9 de septiembre de 2015

CINEMÁTICA

En el deporte en general y el atletismo en particular,  con el tiempo se exige una reflexión continua y que nos haga saber el punto en el que estamos y en el que queremos estar. Cuando las cosas van demasiado despacio conviene decirle al viento que se convierta en tornado. De no hacerlo podemos caer en la indiferencia y pasividad. En algo en movimiento nunca saldrá escarcha. Pero en el momento en que el transcurso de las cosas es demasiado acelerado, resulta imprescindible hacerse amigo del sosiego y el temple. Comprender bien si quieres cazar un ciervo en una noche entera en vela o 100 conejos en una mañana. Si quieres llegar a la tarde con ambos botines se corre el peligro de sufrir el lastre inservible de llegar con las manos vacías.  

Tenemos que buscar cotas reales y en las que pongamos todo lo que tenemos dentro pero sin quedarnos sin rueda de repuesto. Saber si estamos para correr un maratón o un 5K, saber si queremos completar una carrera independientemente del tiempo o si queremos hacerla en un buen tiempo.  El maratón es el ciervo y el 5k los 100 conejos.

El imponerse un objetivo a un plazo concreto, tiene que determinarse por el tiempo y la dedicación. Lo que no debemos olvidar es que el tiempo es el que es, no podemos combatirlo.

El atletismo es como hacer una tortilla de patata; su simpleza agiganta la dificultad de hacerlo bien, por lo que hay que ser muy minucioso en los objetivos que nos impongamos.

Conocí a un tipo en la feria del corredor de la maratón de Madrid ( yo iba a correr la media) mientras cogíamos el dorsal, que me contó que en la anterior maratón, había roto en el km 30 por el sobreentrenamiento al que se sometió. Había corrido su primer maratón hacía 6 meses en 3,45h y su objetivo era acercarse a las 3:15h en un plan de 8 semanas a razón de 6 ó 7 días a la semana de entrenamiento que evidentemente su cuerpo no soportó.  No puedes pretender dar semejante mordisco al tiempo en tan poco, valga la redundancia, tiempo. Él murió de prisa.  

En el otro lado está una amiga que corría diezmiles a tiempos aceptables de 55 minutos saliendo 2 veces por semana. Decidió dar el salto natural de correr un medio maratón apuntándose con una buena antelación de 8 semanas. El problema es que no varió su rutina, siguió saliendo solo dos veces sin aumentar kilometraje, salvo la última semana que quiso hacer todo el trabajo introduciendo una tirada de 12 km. Era demasiado tarde, subestimó la distancia y el día de la carrera no fue capaz de pasar del kilómetro 14. Ella murió de pasividad. 

Somos muy dados a tirar el barco por la borda, a ir a una velocidad que no podemos asumir y morimos de éxito. Este ajetreo no difiere demasiado a quedarse sin tiempo por excesiva confianza en los tiempos y las exigencias del presente.  El vértigo resulta tan peligroso como el inmovilismo. 

Yo tenia la idea de correr el maratón de Dublín el próximo 26 de octubre. Además con la idea de bajar de 3:19h, mi mejor marca en Bratislava este último marzo. Después de un verano en el que no he tenido la dedicación y cuidado que se requiere, volví a principios de septiembre a mi rutina de corredor y dije: "Javier, a quien pretendes engañar", no estás para correr un maratón dentro de 7 semanas y menos para bajar de 3:19h.  Podría haberme impuesto un vertiginoso plan de mínimo 5 ó 6 días a la semana con un kilometraje de 80-100 a la semana, pero siendo honestos estoy seguro que hubiera muerto de prisas.

Voy a correr o Florencia el 29 de noviembre o Málaga el 6 de diciembre, esta semana lo decidiré. En mi hoja de ruta está correr en Madrid, Bilbao y Perú en noviembre, pero eso ya lo contaré en el próximo post.

Cuando insto a la reflexión, me refiero a que si eres un corredor más o menos habituado te plantees si el entrenamiento que estás llevando a cabo te acerca a ese lugar en el que quieres estar y dispones del tiempo necesario.

Haruki Murakami, mi escritor de cabecera, es tachado muchas veces, yo el primero, de no saber cerrar los finales de sus libros. El otro dia, hablando del tema, me lo rebatieron diciendo que un final es un instante muy muy corto, pero que el camino ha sido tan largo y ameno que hace que el final pierda importancia. 

Disfrutemos leyendo tranquilamente, corriendo con tiempo; leyendo más si el capítulo es interesante, corriendo más si la carrera lo requiere. Nos convenza el final del libro o no, habremos disfrutado; culminaremos  con éxito o no nuestra carrera, pero tendremos la tranquilidad del trabajo bien hecho y el disfrute de los kilómetros recorridos.




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